Como cuenta el abuelo de Iván, la nieve no le sienta muy bien a los árboles, (a algunos, no a todos) y heridos había muchos,… y algunos quedaron difuntos.
Muchos son los paseos, los días de cruzarlo y de atravesar sus entrañas, pero la nieve y tener que protegernos de las ramas que nos caerían sobre las cabezas hace que el parque y algunas calles próximas están cerradas. Así el paisaje es único: blanco y desierto, y mantiene su espíritu romántico y misterioso al mismo tiempo.
Con el paso cortado por las autoridades dejando el parque cerrado, el trípode no era muy útil, ya que no te permite acercarte lo suficiente a las verjas, pero mantiene el parque sin nadie dentro, así que al final me las tuve que apañar para hacer las fotos apoyando la cámara entre los barrotes de la puerta. El problema es que la toma necesitaba tiempos de 4 segundos,… así que los árboles mecidos por el viento no tienen la nitidez que me hubiera gustado, pero la sensación de profundidad lo compensa.