
Una mañana soleada, ni una nube, ni un soplo de aire. El Sol calentando como es propio en Junio, pero sólo es Marzo.Una ligera brisa, suave, breve, fresca, me giro para respirarla y sentirla. Este aroma que me atraviesa sólo vuela en el aire unos pocos días al año, y mucha gente no lo ha sentido ni olido nunca, soy afortunado por ello. Tomo aire más profundamente y comienzo a caminar. Viñas recién podadas, sangrando savia, llorando por los cortes, derramádose sobre el suelo. Trigos y cebadas recien brotados, asomando unos pocos centímetros por encima del suelo,… tiñiendo de verde la tierra roja, y esperando esa brisa para cimbrearse y respirarla también y quitarme a mi un poco. Van y vienen, con vuelos perfectos me esquivan mientras me acerco y al llegar el ruido asusta, sientes el baile de flor en flor mientras recogen y polinizan, suenan como un motor en marcha, sin humos, pero perfectamente afinado, se puede sentir su potencia en su sonido. Y para romper el horizonte sólo hace falta levantar la vista un poquito y encontrarse con una gran cantidad de Flores Blancas, el viejo Almendro me las trae una primavera tras otra y yo vuelvo cada una de estas primaveras a disfrutarlas a olerlas a hacerlas mías a mi manera, a robarle un poquito el alma al arbol y llevármelo a casa guardadito en mi máquina del tiempo.
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